Freudiana continúa con la publicación de las lecciones que impartió Lacan en el año 1958-1959 sobre Hamlet, en el marco de su seminario sobre «El deseo y su interpretación». Se trata de una serie de siete lecciones de las que hoy entregamos al lector la tercera y la cuarta —las dos primeras ya han sido publicadas en el número seis de esta misma revista.
Si bien Lacan habló siempre a partir de su experiencia como psicoanalista, sus escritos y seminarios han tenido un público mucho más extenso que el de la comunidad analítica. Sus elaboraciones han permitido a innumerables investigadores problematizar e iluminar con una luz distinta sus respectivos campos. Las lecciones sobre «Hamlet» ilustran de una manera muy especial este efecto. El rigor y la consistencia del análisis las convierte en una referencia fundamental para todo aquel que se interrogue seriamente sobre la naturaleza humana. «El drama de Hamlet —dice Lacan— es una especie de dispositivo, como una malla, una red de pajarero donde se articula el deseo del hombre, y precisamente según las coordenadas que Freud nos reveló. A saber, el Edipo y la castración» (lección del 11 de marzo de 1959).
El dispositivo analítico le permitió a Freud explorar el campo del inconsciente y conocer sus leyes. Pero no contestar a la pregunta de por qué alguien, al final de su análisis, decide hacerse el soporte de esa misma experiencia para otros. Guy Clastres escribe en este número «Acerca del pase». De forma clara y rigurosa desarrolla la lógica del dispositivo institucional establecido por Lacan en 1967 para su escuela. «El pase —dice— es la ocasión de analizar y de dar a conocer dónde se motiva para un sujeto el autorizarse como psicoanalista.»
Lecturas y conceptos se abre con dos textos que se ocupan de la articulación entre «final de análisis» y «deseo del analista». En el primero, Ana Martínez busca los rastros del deseo de Freud en sus escritos, para poder establecer la diferencia entre este deseo y lo que Lacan entiende por «deseo del analista». En el segundo, Daniel Cena toma la «neutralidad del analista» freudiana, como un antecedente del «deseo del analista», es decir del concepto que une la clínica a la ética.
Por su parte, Clara Bardón se toma en serio la recomendación hecha por Freud en su artículo sobre «La femineidad», de que para saber más sobre el tema deben dirigirse a los poetas. Ella se dirige a Oscar Wilde, a su obra de teatro Salomé, para hablamos de lo que quiere una mujer, algo que se sitúa más allá del semblante fálico.
También Antígona, figura trágica del deseo, es invocada por Ellie Ragland-Sullivan como referencia principal de su reflexión sobre la teoría de la sublimación en Lacan.
Finalmente encontramos en el humor un contrapunto a la tragedia. ¿Qué relación tiene con lo real? ¿En qué se diferencia del chiste y de lo cómico? Manuel Baldiz nos presenta a Harpo Marx, «el terrible mudo», y veremos que de su posición en el trío de los hermanos Marx, podemos valemos para entender algo del lugar de lo real en la clínica.
En el apartado que titulamos Clínica psicoanalítica, Ana Canedo y Montserrat Puig escriben sobre sendos casos de neurosis, en los que podemos comprobar los efectos renovadores de la enseñanza de Lacan sobre la práctica del psicoanálisis.