Las propuestas recientes en Francia sobre la eliminación de Freud y Marx del currículo escolar, parecen dar la razón a la elección, como tema de trabajo del próximo 5o Congreso de la EuroFederación de Psicoanálisis – Pipol 9, del nada en común entre cerebro e inconsciente. El neurocientífico cognitivo, y asesor del Ministro Blanquer, Stanislas Dehaene es uno de los impulsores de la medida, ferviente defensor de la reducción de la mente al cerebro. Tesis opuesta a la que nosotros defendemos al plantear el enigma como consustancial al inconsciente y, por tanto, al ser hablante. Freud deletreó lo enigmático a lo largo de toda su obra, desde el lenguaje histérico, que lo puso en marcha, hasta sus elucubraciones finales sobre el fin de análisis.
Miller nos recuerda, en la clase de su curso Causa y Consentimiento que publicamos en esta ocasión, que el trauma para Lacan resulta decisivo en tanto que significante enigmático, y que es en cuanto significante que permite la interpretación. Nada que ver pues con la industria de la imagen cerebral de la que nos habla Fabián Fajnwaks, que propone reducir la causalidad psíquica a un neo-materialismo neuronal “al que podemos responder –agrega Fajnwaks en la entrevista- con el moterialismo del significante”. Ya Lacan nos advertía, en 1957, en su seminario sobre Las formaciones del inconsciente, del riesgo de pensar la satisfacción alucinatoria del deseo a partir de una serie de huellas-imágenes depositadas en el reservorio cerebral, ignorando así su valor de signo.
Ningún mapping, por sofisticado que sea, podrá dar cuenta por tanto –señala Miquel Bassols en su texto- de ese real que no cesa de no escribirse en el sistema neuronal. Sólo a través de la palabra y del lenguaje accederemos a él para tratarlo. De la imagen al significante es la línea de fuerza, pues, que recorre los textos que componen el eje central de este número de Freudiana.
Eliminar a Freud de la iniciación al saber es coherente con el éxito actual del paradigma de lo neuro, que se impone en el modelo biomédico y basa su fuerza en la potencia de sus explicaciones. De manera simple, señala que lo que hace síntoma (hiperactividad, dificultades de aprendizaje o de socialización, compulsiones…) no sería más que un error de conexión. Pero no con el otro, sino un defecto en las redes neuronales, ajeno a nuestra voluntad y deseo. Eso alivia a muchos sujetos que ven allí una tesis clara que los exonera de interrogarse, y les “garantiza” la evidencia de la causa: un trastorno del neurodesarrollo o de la genética. El precio, lo sabemos, es el mutismo del ser hablante, del que ya no se espera ningún testimonio de su malestar y sí su consentimiento a la posición de víctima de ese “error” o déficit.
Un sueño condenado al fracaso, ya que ese lenguaje, que Lacan situó como una araña agarrada a la superficie del cerebro, no se puede atrapar en el sentido del algoritmo. Los textos que incluimos sobre el sueño, de camino al XII Congreso de la AMP, muestran bien cómo lo “psíquico verdaderamente real” son esos S1, sin articulación, que en su percusión en el cuerpo, nos hacen surgir como seres hablantes. Es de este nacimiento del parlêtre, de su goce, de lo que las neurociencias no pueden dar cuenta; allí encuentran su límite.
Los casos que presentamos, al igual que el texto del seminario de la escuela y las lecturas reseñadas, muestran el esfuerzo por avanzar en la clínica a la luz de la última enseñanza de Lacan, localizando el anudamiento sinthomatico que cada sujeto trata de procurarse con los medios a su alcance.
Para finalizar, tres preciosos testimonios de AE. Anne Béraud nos muestra, con precisión a través de tres sueños, cómo, más allá de la verdad del deseo, constituyen un índice de algo real, “uniendo el sinthome, resto inanalizable con su goce ineliminable”. Raquel Cors nos enseña cómo su análisis le permitió “una ductilidad de hierro”, un tratamiento de lo real en juego que ella describe como un estar aferrada a la vida. Lidia Ramírez, colega de la sede de Barcelona de la ELP, se refiere también a la vida, que no es nada sin la muerte, y que en su caso quedaban hermanadas por una serie de contingencias vitales. Sus testimonios cuestionan radicalmente la apuesta de ese sueño totalitario y mortificante con el que las promesas de las neurociencias cognitivas quieren adormecer nuestras vidas. Nada, en común, pues.
José Ramón Ubieto
Director
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