La ética del discurso analítico condensada en el ascetismo freudiano del imperativo Wo Es war, soll Ich werden sostiene el trabajo del analizante en la cura. El deber decir implícito en el debo —soll— comporta la exigencia de subjetivación del deseo en su carácter inconsciente y es el trabajo en decir bien este deseo, con el apoyo de los significantes particulares que hacen a una historia, la vía a través de la cual la cura analítica se dirige hacia su fin.
El psicoanálisis no está llamado a responder de ninguna Verdad última, ya que el Es —Ello— freudiano que comanda la fórmula, señala un lugar impersonal que apunta a un espacio —allí— donde la pulsión de muerte reina en silencio; es en este lugar del goce pulsional donde el sujeto de la enunciación del «yo», que habla en el artificio de lenguaje que sostiene el dispositivo analítico, debe llegar a ser, en la revelación de su deseo, en tanto ex-sistente.
La decisión sobre el uso que el analizante hará respecto a lo que la cura le deja aprender del deseo inconsciente que ha organizado su vida, sus síntomas y sus actos, corre a su cargo. La afirmación de Lacan, «de nuestra posición de sujeto somos siempre responsables», adquiere al final de la cura una claridad meridiana.
La clínica analítica introduce una subversión del sujeto en la dialéctica del deseo. ¿Cómo entender esta articulación en la enseñanza que Jacques Lacan extrae de la experiencia freudiana? Es, precisamente, a partir de las reflexiones de Freud sobre lo finito y lo infinito de la experiencia analítica, sobre el deseo al fin de la experiencia, cómo Lacan puede incidir en el punto preciso de impase que comporta una solución al deseo sobre la base de una identificación al padre.
La reflexión freudiana da cuenta de que la vía del análisis queda trabada en una imposibilidad en salir de la transferencia, porque en la dialéctica del deseo toma lugar una creencia que va adquiriendo la consistencia de una significación religiosa sobre la castración, cuando el sujeto se instala en la posición de sostener la causa del Otro paterno idealizado, mediante la estrategia de aferrarse al síntoma, con el fin de recubrir la verdad de la falta en ser del deseo, que no es más que «la escoria de un fantasma».
La inercia del síntoma, en su faz de resistencia, demuestra ser una respuesta a la falta del Otro, dicho en otras palabras, contiene una verdad, que resiste al desciframiento del saber a causa de la relación del sujeto a un placer que le es desconocido, ya que la satisfacción pulsional, en su empuje constante, no pide el consentimiento del sujeto para realizarse en un goce corporal. Jacques Lacan subraya la disyunción entre el saber y la verdad que constituye el síntoma neurótico, así, cada cura se abre a los posibles efectos de compensación que el sujeto puede encontrar en su fantasma para suplir la pérdida de goce que conlleva el desplazamiento del síntoma, por la articulación de saber que produce la asociación libre de las cadenas significantes que lo han constituido, en tanto satisfacción sustitutiva de una pulsión; por esta razón sitúa en primer plano lo que tiene de fundamental la articulación entre el síntoma y el fantasma. Jacques Lacan enmarca la experiencia analítica en una orientación inseparable del fantasma a la pulsión.
Simultáneamente a este reordenamiento de la dirección de la cura, sitúa la función del padre en la estructura del discurso del amo, en un más allá del mito, lo cual le permite despejar en el padre freudiano a la función que recubre el significante que encarnaría la legislación del goce mediante la constitución de un universo del todo, en tanto padre muerto de la horda primitiva de Tótem y Tabú, figura paterna obscena y feroz que sostiene la excepción necesaria para instaurar el universal de la castración del lado masculino y al mismo tiempo constituye también un todo femenino a partir de un gozar que las incluiría a todas. Este padre todopoderoso cae al rango de fantasma neurótico.
La propuesta de una clínica más allá del Edipo, es decir, un análisis que sobrepase el escollo de la castración que hace el análisis infinito, no es, sin una revisión de la clínica de la sexualidad femenina y la introducción de una lógica del no-todo.
La satisfacción de las necesidades materiales
Una lectura del Seminario «La ética del psicoanálisis» (1959/60) y del Seminario «El Reverso del Psicoanálisis» (1969/70), nos permite seguir el hilo de la reflexión lacaniana sobre el malestar que Sigmund Freud despeja en el seno de la culturación del hombre. Es precisamente el factor pulsional al cual el sujeto debe renunciar en nombre de los bienes del mundo, aquello que retorna en el seno de un supuesto confort progresista, soportado por los criterios marxistas de la razón y la exigencia de la satisfacción de las necesidades materiales que redobla el imperativo superyoico: Goza.
La teoría del «valor» que sostiene a las sociedades modernas se liga estrechamente al principio de producción de la mercancía; es en tanto mercancía que el ser de las cosas toma su lugar en el discurso de la civilización y Lacan despeja, en la década de los años setenta, el paralelismo esencial entre la concepción capitalista y la unificación del mercado del saber científico.
Si Freud articula la producción de la ciencia a la prolongación de los órganos corporales en su ensayo sobre el malestar, Lacan acentúa el eje creacionista de los objetos de la ciencia que el discurso capitalista promociona. Se trata de nuevas formas que se introducen en la realidad y que enmascaran un plus de goce bajo la oferta de objetos materiales de satisfacción que son producidos en cadena por medio de una verdad formalizada matemáticamente.
El psicoanálisis se constituye como el envés del discurso del amo moderno atravesado por la ciencia y despeja la posición de agente que comanda el discurso, al develar que los objetos son los verdaderos consumidores del goce del sujeto —en un movimiento de anulación de la hiancia que hay entre la causa y el vacío necesario para que el deseo encuentre su lugar— alienado a esta cadena incesante de nuevas producciones del mercado del saber: «Sociedad de consumo. El material humano».
Podemos situar los efectos de la ciencia, que se nos presentan como un progreso, en la masificación de los vínculos sociales. La reivindicación feminista de la igualdad entre los sexos ha llevado a las mujeres a sumergirse en las urgencias de la producción con el consiguiente desplazamiento de las estructuras familiares. Los cuerpos son instrumentalizados en nombre de un bien-funcionar que ha revertido el derecho a la salud en una obligación con que hay que cumplir bajo riesgo de obtener la pena máxima. Basta recordar los recientes fallecimientos de algunos fumadores recalcitrantes que han sido condenados a ocupar el último lugar en las listas de operaciones por la sanción del Otro social que representa la medicina.
También el saber científico tiene ya una propuesta para el futuro inmediato de las generaciones: todos idénticos y en masa, a partir de un paso más en el saber genético que avanza desde las técnicas de reproducción asistida, al proceso de clonación para que cada uno —a falta del calor del vínculo social al semejante— tenga el reflejo helado de su gemelo congelado. La producción de los objetos de la realidad virtual, animales de compañía, juguetes y escenarios ready made que envuelven a los individuos en sociedades tan masificadas como la japonesa, han convertido la obra maravillosa de ciencia ficción ¿Los androides sueñan con ovejas idénticas? en una vida cotidiana que se sostiene por las ficciones de la ciencia.
Jacques Lacan acentúa, en los años setenta, que si bien el psicoanálisis en tanto tal no tiene ningún partido que tomar frente a esta dimensión contemporánea de la pastoral que entona el himno de las mañanas que cantan el progreso científico como un bien supremo, en ningún caso puede desconocer las consecuencias subjetivas que conlleva para ambos sexos, así como el lugar mortificante que sostiene en la moderna organización de las masas.
La propuesta analítica
Jacques Lacan propone una salida a los impases del goce en la masificación contemporánea. Es posible hacer valer la respuesta del discurso analítico y desplazar el valor de goce unificado. Aquí el Seminario de El reverso del psicoanálisis se muestra en banda de Moebius con el Seminario de La ética del psicoanálisis.
¿Cuál es la función de la red de Escuelas que constituyen la Asociación Mundial de Psicoanálisis? La apuesta de Jacques Lacan consiste en hacer avanzar al psicoanálisis para producir un vaciamiento en el goce que forcluye la dimensión subjetiva del deseo humano. Cada una de las Escuelas es el germen de esta avanzadilla. Es en su seno donde mediante el dispositivo del pase se puede verificar y transmitir que la producción de tratar lo real por lo simbólico pueda dar otras respuestas distintas a la del saber científico. También en el psicoanálisis está en juego una producción, no exactamente de objetos, sino de sujetos nuevos, salidos de la cura analítica que no se sostienen de una identidad que les permite hacer masa ya que, de uno en uno, encarnan, una y otra vez, un nuevo destino de la pulsión freudiana, cuando en su función analítica consienten en colocarse para otros en el lugar de operador que es causa de deseo para el sujeto de la experiencia ética. Suscribir la apuesta de Jacques Lacan comporta consentir al lugar del Es —Ello—, para que el yo de la enunciación del hombre moderno, pueda vislumbrar el verdadero valor de su goce, en la vida contemporánea.
Rosa Mª Calvet i Romaní.